10 casos de ecología insólita: cuando nada se pierde
De la mano de diseñadores comprometidos con lo ambiental, aparecen ideas rupturistas en la fabricación de distintos elementos. La premisa: transformar.
Se inspiran en la naturaleza, en los desperdicios, recuperan y crean materiales, incluso en laboratorios, con el propósito de ofrecer al mundo propuestas restauradoras y de reemplazo para quienes consumen recursos y combustibles fósiles.
Son diseñadores audaces y los ejemplos abundan en todas las áreas porque la creatividad es un soplo de brisa que fluye sin detenerse. En algunos casos por la necesidad específica de la región donde viven o por el deseo de, al decir de Gandhi, ser parte del cambio que quieren ver en el planeta. Y por cierto, no tiene miedo al fracaso: lo toman como un aprendizaje.
La conciencia acerca del papel que cada uno cumple, por pequeño que sea, en participar en el nuevo paradigma social, económico, ambiental y cultural, es una fuerza poderosa que impulsa el ingenio.
Esto sucede en el circuito de las compañías que invierten en tecnologías y desarrollos verdes para estar a la vanguardia de los deseos de los consumidores que exigen transformaciones por causa de los arrebatos que sufren los ecosistemas.
También lo hacen por las reglamentaciones y normativas globales instauradas por el avance y el impacto del cambio climático. Inventan o reinventan con criterio eco, le dan vuelo a la curiosidad, a animarse al fracaso para volver a empezar. Para resignificar la vida cotidiana y sorprender con propuestas ecológicas “insólitas”.
1.
Casetes para hacer vestidos. Benjamin Benmoyal, franco-israelí, transforma los desechos tecnológicos. Teje en telar cintas de casetes, hilos reciclados y tencel, un material de pulpa de madera.
La colección It Was Better Tomorow es un shock a la vista: atrapantes modelos estructurales estampados con rayas de colores y brillos opalescentes. Tonos vibrantes e inspiradores, dan un toque particular a las vestimentas que cautivan en las pasarelas.
Benmoyal muestra, de esta manera casi teatral, que gran parte de los elementos tecno pueden recibir un tratamiento para el postcosumo y convertirse en materia prima para innumerables creaciones.
2.
Cáscaras de huevo en azulejos. Las cáscaras de huevo también resultan una materia prima valiosa para la industria. La diseñadora Elaine Yan Ling Ng hizo una colección de revestimientos con cáscaras descartadas por las panaderías.
El proyecto de Elaine se denomina CArrelé. La sílaba CA, escrita en mayúsculas, hace alusión al calcio que se encuentra presente en las cáscaras. Por ser resistentes y durables, atrajeron a la autora. Con ellas desarrolló azulejos para paredes y otros usos, una colección que sirve para distintos tipos de ambientes y espacios.
3.
Uvas para hacer un símil cuero. En 2014, Gianpiero Tessitore, arquitecto italiano, empezó a investigar las fibras vegetales y surgió la idea de convertir fibras y aceites de orujo de uva en un textil ambientalmente responsable denominado Wineleather.
Para fabricarlo, extraen el zumo de la uva y separan del mismo el orujo. Aislados, los restos que no se emplean en la elaboración del vino se secan y mezclan en forma mecánica con otros componentes.
Su empresa se llama Vegea y está en Milán, una de las capitales de la moda y en un país en el que la vitivinicultura es de alto vuelo.
4.
Colillas de cigarrillos en ladrillos. Como se encuentran entre los residuos de gran volumen –en particular en las playas– y son grandes contaminantes, científicos del Royal Melbourne Institute of Technology de Australia (RMIT) descubrieron que las colillas resultan un buen elemento para agregar a los bloques de barro, lo cual los convierte en más livianos y resistentes.
Así, los restos de cigarrillos se convierten en ladrillos para la construcción. En el país, fabrica ladrillos con colillas la firma Ciga Brick del ingeniero mendocino Alexis Lemos. Lo hace con una metodología propia partiendo de microorganismos para degradarlas y desintoxicarlas.
5.
Chicles recuperados en zapatillas. Las suelas de las zapatillas Gumshoe son de chicles reutilizados. Las crearon en Amsterdam, Países Bajos. Para recolectarlos, colocan recipientes especiales para que los caminantes, en lugar de tirarlos en el piso, los coloquen en contenedores.
En el Reino Unido, Anna Bullus trabaja hace años en estrategias para aprovechar las gomas de mascar y así surgió Gumdrop, empresa que hace zapatos con suelas de este caucho sintético, botas de agua, llaveros, reglas y hasta púas de guitarras.
Un grupo de jóvenes de Portugal prestó atención a los globos que se dispersan por el aire en las fiestas y que son un peligro para las aves. Reuniéndolos, crearon Undo for Tomorrow, marca con la que lanzaron los zapatos Nuven, hechos en parte con las bases de un material desarrollado con globos y neumáticos viejos.
6.
Desechos de café para bijouterie. De las cáscaras de granos de café deriva un subproducto con el que se fabrican tazas, recipientes, platos y tapas retornables, de larga duración.
La firma australiana HuskeeCup cuenta con una línea de recipientes y bandejas portables por los consumidores e ideales para las cafeterías. Ecológicas y con diseño.
Entretanto, en Taiwán, hacen la tela Singtex, compuesta de 1,2 a 1,5 por ciento de nano partículas de café y Rosalie McMillan diseña bijouterie con granos de café transformados. Los residuos se emplean como abonos, tinturas y en las industrias cosmética, farmacéutica y de alimentos.
7.
Cacao para bioplásticos. Estudios experimentales del Instituto Italiano de Tecnología, en Génova, dedicados a indagar usos potenciales de los desechos vegetales, encontraron una nueva función para el cacao. Ilker Bayer lo emplea junto a tallos de espinaca y de perejil, zanahorias y cáscaras de arroz para darle vida a un bioplástico de la que surge una masa plástica moldeable.
En el Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea de la Universidad de Málaga obtuvieron un bioplástico iridiscente que refleja los colores del arcoíris.
Hecho con restos de cáscaras del fruto del cacao y residuos agrícolas de celulosa, el material puede emplearse como sensor en el sector alimenticio o en juguetes y tapas de libros: parece un plástico derivado del petróleo.
8.
El Baobab, para untar o beber. El baobab es el árbol de El Principito, también se lo conoce como “el árbol de la vida”. Sus propiedades son conocidas desde la antigüedad tanto en la producción de alimentos como la de cosméticos.
En la pulpa, las hojas y las semillas hay vitaminas, proteínas y minerales. De ahí que comenzaron a aparecer en el mercado aceites para la piel, las uñas y el pelo, cremas, jabones y otros productos de belleza.
En los antiguos pueblos africanos, los adultos y los chicos eran sumergidos en una infusión de hojas de baobab para aliviar las picaduras de insectos, curar heridas y tratar otros problemas cutáneos. La pulpa de su fruto es suave y nutritiva. La convierten en polvo. De sabor cítrico, es la base de jugos, postres y yogures sin agregados químicos.
9.
Algas en las fachadas de edificios. La casa BIQ (Bio Intelligent Quotient) en Hamburgo, Alemania, es un edificio de cuatro pisos abrazado por una fachada de vidrios en cuyo interior se desarrollan microalgas dedicadas a generan energía para los quince departamentos que lo componen.
La construcción consta de 129 paneles de 2,5 x 0,7 metros cada uno y pueden moverse para seguir al sol mientras les dan a las algas, extraídas de un río y cultivadas en laboratorio, la oportunidad de expandirse.
Entretanto, aplacan el ruido que llega del exterior. Al desarrollo de la fachada con algas lo realizaron las empresas Colt International, SSC Ltd. y Arup, más el apoyo del gobierno alemán.
10.
Gelatina para hacer vestidos. La islandesa Valdis Steinarsdóttir crea prendas con una especie de gelatina, biodegradable, translúcida y adaptable a cada cuerpo.
La tela gelatinosa se obtiene de la mezcla de agentes gelificantes derivados de las algas rojas, colorantes naturales y alcohol de azúcar, un elemento que da flexibilidad y ayuda a crear una ropa pegada al cuerpo, de corte sensual.
Con el cambio social, Valdis apuesta a los proyectos sostenibles y experimenta mediante el reciclaje de materia orgánica. Su objetivo es mermar los residuos de la industria de la indumentaria.
Fuente: Revista VIVA . Clarin
María Teresa Morresi